Reseña del
libro "Chistes de Cuba sobre la revolución"
Por Manuel Tellechea
Traductor al inglés de los Versos Sencillos de José Martí
Publicado por Arte Publico Press, University of
Houston
Cuba es la cuna del realismo
mágico: un lugar donde la verdad se enmascara con bromas y las bromas
encubren a menudo verdades que no pueden ser dichas. Ahora mismo hay
alguien en una cárcel cubana, condenado por un "sueño subversivo".
Mientras esperaba en una larga cola para recibir su ración mensual de
frijoles y azúcar (ahora racionada en lo que una vez fuera la “azucarera
del mundo”), este infeliz y desesperado ciudadano contó el
sueño tenido la noche anterior acerca de que alguien había asesinado al
líder máximo. El sujeto fue encarcelado
inmediatamente para que nunca más cometiera el crimen de
soñar en público. Esto no es un chiste, aunque en un mundo donde todo
gira alrededor de los caprichos, locuras y fobias de un hombre
omnipotente, la vida es una eterna broma para quienes quedaron atrapados
en esa pesadilla.
La broma comenzó el 1ro. de
enero de 1959, y ahora tiene el récord de ser la más larga de la
historia. Convirtió una nación, que estuvo entre las tres más
adelantadas del hemisferio occidental, en un país paupérrimo. Tuvo el
privilegio de convertir a gente proverbialmente feliz y despreocupada,
en una tribu de autómatas pesimistas y tristes, donde se castiga la
individualidad e iniciativa, y las únicas formas de vida son la
pasividad y el estancamiento. Esa es la verdadera herencia de la
revolución cubana. La legión de doctores que componen los huesos que
rompe la seguridad del estado o la legión de profesores que enseñan a
los jóvenes a no pensar, no puede cambiar esa realidad.
Fidel Castro y su
hermano Raúl (“Big Brother” y “Little Brother”) han sido
siempre blancos del humor de los cubanos. El primer medio de prensa que
Castro suprimió después de tomar el poder en 1959, no fue, como cree la
mayoría, el “Diario de la Marina” (fundado en 1832), el más viejo del
país y enemigo acérrimo del comunismo antes y después la revolución. No,
el primer medio de prensa que Castro cerró fue Zig-Zag, la revista
humorística más popular de Cuba. Poco después prohibió al actor cómico más
querido y popular de Cuba, Leopoldo Fernández ("Trespatines"), porque en
una actuación teatral, mientras señalaba hacia un gran retrato de Fidel
Castro, dijo: “a este tenemos que colgarlo bien alto”.
Durante los próximos cuarenta y
cinco años no habrían más bromas políticas públicas en Cuba (en 1965, el
Máximo Canalla también prohibió la celebración de las Navidades en ese
país católico, interdicción que duró hasta la visita del papa a Cuba, 30
años después). Sin embargo, los cubanos no perdieron el sentido del
humor ahora velado por la tristeza, sino que devino en clandestino. Hace
diez años, un atrevido e ingenioso cubano en la isla, Modesto Arocha, comenzó a
compilar los chistes sobre la revolución y se las arregló para sacar de
contrabando a los Estados Unidos la antología, donde la publicó (bajo un
seudónimo) la Editorial Universal, de Miami.
La tercera edición del libro,
publicada también en los Estados Unidos por el mismo autor ahora en el
exilio, y naturalmente prohibida en Cuba, constituye un monumento al
espíritu indomable de algunos hombres heroicos y divertidos, que no
dejarían morir la risa en Cuba, aún en medio de un adoctrinamiento
interminable.
La risa puede ser un grito de
desesperación tanto como las lágrimas una expresión de felicidad. Hay
esencialmente dos maneras de comportarse ante la depredación y privaciones
de una tiranía: entregarse a la autoridad y volverse su esclavo y
cómplice, o luchar con cualquier arma a la disposición, entre ellas la
sublimación del desprecio mediante el humor.
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